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Oppenheimer (y otros): ciencia al servicio del poder

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Utilicemos la película de Oppenheimer como el pretexto perfecto para hablar de ciencia y su estrecha relación con el poder. Por cierto, la película del denominado padre de la bomba atómica suena como una de las potenciales ganadoras de varios premios Oscar.

La creación de la bomba atómica no es el resultado independiente o autónomo de Oppenheimer y de más de 3.000 científicos a su cargo en el proyecto estadounidense conocido como proyecto Manhattan, sino que es la cúspide de la carrera armamentista que se presentaba entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, siendo finalmente el ganador, el Estado norteamericano bajo las decisiones del entonces presidente Truman, que bajo las lógicas de la guerra, que son crueles, inhumanas y sin consideraciones éticas o morales, logró ratificarse como el vencedor de la segunda guerra mundial y para no dejar duda alguna de lo que ello representaba, detonó el 06 agosto de 1945 la bomba atómica llamada quizás sarcásticamente como “Little boy”, sobre la ciudad de Hiroshima en Japón, dejando un saldo de aproximadamente 140.000 personas, muchas de las cuales murieron inmediatamente quemadas u otras, días, semanas o meses después, algunas a causas de canceres generados por este explosivo, y que finalmente, lograron repercutir en generaciones siguientes. No habiendo en esta actuación bélica ningún objetivo militar, es decir, asesinando a civiles.

Mucho se dice sobre esta masacre, incluso que era una bomba experimental y que iba dirigida a una base militar, pero por cuestiones climáticas cayó sobre Hiroshima, lo cierto es que, cuatro días después, esto es, el 09 de agosto de 1945, el gobierno de Truman nuevamente lanza la segunda bomba atómica, llamada “Fat Man” en la ciudad de Nagasaki, Japón, acabando de manera inmediata con la vida de 40.000 personas y de otras tantas, que murieron días después por envenenamiento y radiación residual, esta población también civil.

Todo esto siendo nuevamente una repetición de una relación de odios y amores entre la ciencia y el desarrollo de la humanidad, ¿por qué finalmente sobre qué se han consolidado las evoluciones de las sociedades?, ¿sobre el dominio de unos sobre otros?, yo pensaría que sí, y debemos admitir, que este dominio no ha sido solamente por las capacidades estratégicas de combate o los hombres fuertes y habilidosos en las armas, sino, en el dominio de la ciencia.

Un ejemplo básico y muy primitivo fue la creación de las herramientas más antiguas hechas con pierdas y restos óseos por parte de los primeros eslabones en la evolución del homo sapiens, siendo la creación del fuego otro descubrimiento que determinó que tribus gobernaran sobre otras, (la película  Odisea del espacio, de Stanley Kubric, es también una obra cinematográfica que relata esto).

Otro ejemplo más preciso, y a la vez, de otro científico arrepentido, es Alfred Nobel, que en 1866 crea “la pólvora explosiva Nobel” con la intención de ayudar al sector minero y al desarrollo económico de su Estado, pero el uso dado a este descubrimiento fue totalmente bélico, de ahí que el científico tomando la palabra griega “dynamis” que significa “poder”, le cambió el nombre a su invento por el de dinamita, lo demás es historia.

Es así como, Robert Oppenheimer junto a muchos otros científicos, han desarrollado los más grandes logros científicos para la humanidad, y han puesto al hombre fuera de la tierra y a la vez, dominando esta, pero como una anécdota histórica que se repite constantemente, la ciencia y sus consecuencias son determinadas por otro circulo de hombres brillantes en otro arte, el arte de gobernar y dominar, el arte del poder.