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La Navidad más “nacionalista” que existirá en México

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La Navidad de 1930 en México fue testigo de un cambio un tanto extraño en las festividades decembrinas, lideradas por iniciativa del entonces presidente Pascual Ortiz Rubio, quien asumió la presidencia de México ese mismo año, en medio de un ambiente político tenso. La reciente Revolución Mexicana difundió con entusiasmo el nacionalismo revolucionario rechazando, en todos los aspectos económicos, políticos y culturales, la influencia extranjera, de potencias como Estados Unidos.

Además, a pesar de que el conflicto principal se había resuelto antes del iniciara el periodo presidencial de Ortiz Rubio, la Guerra Cristera, que se desató como un conflicto armado entre el gobierno, liderado por Plutarco Elías Calles, y grupos católicos que se oponían a las leyes anticlericales implementadas durante la Revolución Mexicana y finalizó un año antes, aún mantenía secuelas en la sociedad creyente.

En lugar de adherirse a las tradiciones importadas, como la figura del Santa Claus, Ortiz Rubio optó por poner en relieve los símbolos que fortalecieran los valores nacionales. El presidente, a través de la Secretaría de Educación Pública (SEP), estableció por decreto presidencial que en las escuelas del país se difundiera la imagen de Quetzalcóatl como el personaje símbolo de la Navidad.

Posteriormente, durante el 23 de diciembre de 1930, se llevó a cabo en el Estadio Nacional un magno evento para llevar a cabo lo que pretendia ser, “la Navidad más nacionalista en la historia de México”, en la que Quetzalcóatl en persona, al sonar del Himno Nacional, repartiría juguetes a los niños que se hubieran portado bien. El Gobierno de México organizó este evento con una temática prehispánica y pese a su singularidad contó con la presencia de alrededor de 15,000 infancias.

La decisión de reemplazar la imagen de Santa Claus por la de Quetzalcóatl no fue tomada a la ligera. Ortiz Rubio fue defensor de la identidad mexicana, buscaba promover los valores y símbolos propios en lugar de adoptar costumbres extranjeras. Con este propósito, se embarcó la iniciativa para destacar tradiciones auténticas que reflejaran la rica cultura de México, de esta manera pequeños y grandes aprenderían valorar más su propia cultura.

Este hecho no estuvo exento de controversias y críticas, algunos sectores de la sociedad, bajo el reciente conflicto ideológico se resistieron al cambio, otros tantos en efecto reconocieron la importancia de preservar y fortalecer la identidad cultural mexicana.

Los pueblos originarios, quienes entonces ni siquiera eran reconocidos, rechazaron la idea mezclar un símbolo prehispánico con la herencia de tradiciones la conquista de esta manera, debido a que la Serpiente Emplumada no es una deidad si quiera relacionada a una festividad indigena o maya de la temporada y a que tampoco fue venerada con el respeto tradicional.

Por su parte, los creyentes católicos estuvieron en desacuerdo con el hecho de que durante la celebración del nacimiento del Niño Jesús, una tradición de origen cristiana, se pecara de idolatría al venerar a una deidad “mundana”, así como por realizar un evento que mezclará rituales de ambas cosmovisiones, incluso pese a que Santa no está relacionado a esta religión.

La Navidad de 1930, en un intento por fusionar elementos prehispánicos y cristianos bajo un contexto de nacionalismo revolucionario, reveló las cicatrices de los recientes desafíos que atravesó el país. El esfuerzo por afirmar la identidad nacional en un periodo de transformación histórica y cultural más bien contribuyó a que, finalmente Ortiz Rubio, tras dos años en el poder, dejara inconcluso su sexenio; por un lado debido a la presión de la opinión pública y por otro de la influencia política, de personajes como el Jefe Máximo de la Revolución, hicieron de su gobierno un ejercicio fácil de quebrantar.