La escritora a un lado de un gran escritor

Angelica Lobato Torres Articulos Criterios

Obviamente en estas fechas todo gira en torno al amorts y me cae gordo que todo sea corazones y chocolates, porque no, el amor no es solo lo bonito, el amor es estar en las buenas y en las malas, y en especial querer estar al lado de esa persona para apoyarlo cuando no todo es fácil, digo no soportar todas las mindraderas que hagan, pero es poder celebrar que juntos salieron de las malas para poder llegar a las buenas épocas.

Yo orgullosamente puedo decir que llevo 14 años junto al amor de mi vida, ¿somos perfectos? Por supuesto que no, pero somos perfectos el uno para el otro, a pesar de que al principio nada nos indicaba que esto iba a durar más de unos meses, pero aquí estamos y aunque siento que es mala suerte decir que esto es para siempre, creo que con gusto ambos nos esforzaremos para que nuestra historia dure lo que tenga que durar.

Una historia de amor que se me hace súper bonita no está en los libros, sino que creo historias que ahora todos podemos leer, y esa historia está protagonizada por José Emilio Pacheco y Cristina Pacheco.

Cristina Romo Hernández y José Emilio Pacheco se conocieron en 1959, cuando ambos eran estudiantes, en la universidad, gracias a un amigo en común, Carlos Monsiváis, lo cual creo es un gran primer paso para saber que será una buena relación, y obviamente una de las primeras cosas que tuvieron en común fue el amor por la literatura, el día que se conocieron comenzaron una conversación que duró horas –días, meses, años, lustros, décadas, hasta reunir medio siglo–, lo que los llevó a vivir juntos desde temprano en su relación.

De acuerdo con una entrevista que dio Cristina Pacheco, la relación que tenían durante su matrimonio fue como viajar en un barco dentro de un mundo nuevo.

“Fuimos compañeros durante cincuenta y tres años. Todos estos años nos tomó hacer un mundo muy particular (…). Era como ir en un barco con él. Fue una travesía muy bonita”.

Cristina comentó alguna vez que José Emilio nunca intentó instruirla, simplemente le daba consejos.  A lo largo de su matrimonio, que duró más de 50 años, ambos se apoyaron en sus respectivas carreras literarias. José Emilio animó a Cristina a escribir con su propio nombre en lugar de un seudónimo masculino, una práctica común en aquella época para las mujeres escritoras. Este apoyo mutuo fue un pilar fundamental en su relación, en la que cada uno respetaba y valoraba el trabajo del otro.

En su libro de cuentos más reciente, “El eterno viajero”, que reúne 47 relatos que reflejan su profunda conexión con la creación de personajes y la narración de historias, destaca uno que da título al volumen y está inspirado en el gran ausente en la última década, José Emilio Pacheco. A través de esta emotiva historia, Cristina Pacheco explora el dolor de la pérdida y el poder de la literatura para reconstruir la realidad.

En esta “carta” habla de cosas cotidianas que hacían, como se preparaban cuando alguno de los dos o ambos debían viajar y como, que aunque hablaban por teléfono y se escribían cartas, sentían que siempre olvidaban contarse algo por lo que prefirieron llevar un cuaderno a la mano para poder registrarlo todo. Habla de cómo odiaba separarse de él y le preocupaba que no se cubriera lo suficiente si el clima era frío, como amaba la cara que puso cuando le regaló una pluma carísima pero aun así prefería usar plumas Bic y que lo extrañaba más cuando aparecía en su ventana un colibrí, que era el favorito de su marido.

Cuando murió José Emilio, Cristina fue la primera en narrar cómo había sucedido, confesó que había caído por las escaleras hasta el piso y no despertaba. Entonces, tiempo después falleció de un paro cardiorespiratorio; más o menos una década después Cristina también murió y no dudo que estén juntos, como las almas gemelas suelen encontrarse, tal vez junto al colibrí que los iba a visitar, en cualquier dimensión y siguiendo su conexión que traspasa el tiempo y espacio y que sobrevive con el amor. 

Y ese es el amor bonito, el que es simple pero crece con el tiempo, en que los pequeños y más simples detalles son los que uno más ama, amas a la persona con la que estás y amas a la persona que eres gracias a todo lo que has vivido con tu pareja… ese es el amor bonito y el amor que se debe celebrar…