Hablemos de la brecha e inclusión digital desde la educación

Criterios Fadia Márquez Cabrera

Estamos siendo parte de un momento clave para el entendimiento de la vida social y de lo humano, sólo es en este puntual sentido donde puede ser que la pandemia nos haya venido “como anillo al dedo”. Siendo optimista o un tanto utópica veo en la pandemia un momento de crisis pero de replanteamientos y resignificaciones en diversos espacios. En cierto modo la vida en pandemia es una especie de zoom a las fibras enfermas del sistema y de aquello que debió empezar a cambiar desde hace ya algún tiempo.

        Existen abordajes críticos desde distintas áreas de estudio acerca de cómo se ha tejido y entendido el fenómeno educativo en México, sin embargo, en este momento no me meteré con vaivenes políticos ni absurdos partidismos,ni la reiterativa queja de los actores en el poder. Me limitaré a hablar de tan sólo uno de los problemas a los cuales el encierro nos enfrentó de manera abrupta pero evidentemente no igualitaria y es por ello que se necesita hablar de: la brecha y el analfabetismo digital. Fenómenos existentes desde antes del virus pero que el aventarnos a los brazos de la educación a distancia sin previo aviso, nos hizo ver todas las crudas realidades y rostros de la experiencia educativa para las infancias y juventudes mexicanas, así como la inevitable digitalización de cada rincón de la vida social.

        Ambos términos son extensos y con sus propios debates, no obstante, para ser clara con brecha digital me refiero al conjunto de diferencias en la accesibilidad a internet y el uso de las tecnologías digitales de manera explícita el hecho de que en zonas urbanas el 76.6% son usuarios de internet mientras que en zonas rurales tan sólo el 47.7%.  Solo el 44.3% de los hogares mexicanos en 2019 contaba con una computadora en su hogar comparado con un 92.5% que cuenta con al menos un televisor. (ENDUTIH,2019).

       Esta diferencia entre las zonas urbanas y las rurales se debe a diversos factores. Entre los más relevantes, se encuentra por un lado la carencia de infraestructuras necesarias para la conectividad, el segundo se relaciona con el aspecto sociocultural del analfabetismo y las características de los sujetos que se encuentran menos familiarizados con el uso de las TIC, es decir: edad, género, etnia, ingreso económico, nivel educativo entre otras. La exclusión de ciertos grupos no es una brecha exclusiva de México, ni de Latinoamérica, incluso en países más desarrollados aún existen lugares sin cobertura o ciudades con internet más veloz que otras que en cierta forma esta sería también una brecha digital.

        En pocas palabras hablamos de las distintas posibilidades que tienen unos y las carencias de otros para poder acceder a algo necesario para llevar la vida actual, y ahora también nodal para estudiar a distancia. Por otro lado, lo que a mi parecer resulta más complejo de conceptualizar, identificar y comprender es definir la persona analfabeta digital.

         En mi opinión existen estereotipos del “tipo de persona” que no está familiarizado con el uso de las TIC, hemos pensado que es un tema solo de adultos mayores, de personas con menores ingresos, gente de campo o con menor grado educativo, cuando esta realidad de pandemia nos dice que este pensamiento es completamente estigmatizante y erróneo, debemos dejar de poner etiquetas y entender que conocer ciertas tecnologías no te hace más que el otro.  Utilizando un ejemplo, si yo no sé ocupar una tarjeta PayPal ¿eso me convierte en analfabeta digital?, en cierto grado, sí.  ¿Es necesario saber hacer trasferencias bancarias por medio de apps y compras en línea, tanto como saber utilizar un correo electrónico y la paquetería office?, en la vida actual y en el aquí y ahora, probablemente. ¿Si no sabemos hacer un tiktok e Instagram live somos analfabetos digitales? No precisamente.

Los investigadores responderían que cada uno de estos forman parte de un categórico distinto de los tipos de analfabetismo digital que existen. En el caso del desconocimiento por edad se le llama analfabetismo generacional, sin embargo hablar de inclusión digital tendría que encaminarse a la educación de los sujetos a utilizar las herramientas digitales no sólo en infraestructura de acceso sino en el desarrollo de habilidades digitales en el desarrollo laboral y de la educación, como también para la vida diaria, pero no termina ahí, la alfabetización digital también se trata de tener una postura crítica y responsable hacia el uso de las TIC, por lo tanto existen distintos espectros de la misma como proceso psicopedagógico, y en cierta medida hasta que no seamos sujetos más críticos y que usemos la digitalización de nuestras vidas de manera funcional para el desarrollo laboral, personal y educativo, en teoría seremos parte de algún tipo de analfabeta digital.

Es por ello que no será suficiente tener internet en cada rincón de México, hablar de inclusión digital no termina en poner en los zócalos de las presidencias internet gratuito. No está mal, ese es el primer paso, no obstante, la otra gran parte del trabajo es reeducar nuestros miedos y actitud frente a las tecnologías, y comenzar a tener una visión crítica que nos haga tomar decisiones adecuadas.

Sin duda los profesores que han dado clases a distancia por primera vez, saben que la actitud de los alumnos en este encierro fue pieza clave para lograr un mínimo aprendizaje, más allá de las fallas de conectividad, los espacios, los alumnos que no desarrollaron un interés genuino en su proceso educativo antes del encierro, no lo harían ni en la comodidad de su cama.  El panorama económico y de desempleo que se acentuará por los efectos de la pandemia, requiere un profundo cambio en las y los estudiantes de todos los niveles, generar nuevas actitudes ciudadanas y aprendizajes más allá del aula y la universidad, la digitalización de la vida humana se hará, con o sin nosotros a bordo.

fadia.marquez@criteriodiario.com