En los últimos años las mujeres han formado parte del mundo de la política como nunca antes se había visto. Poco a poco son más mujeres las líderes de proyectos de gran importancia a nivel nacional, o aquellas que presentan notables resultados en las empresas.
Son las mujeres las que se han ido ganando su lugar en la sociedad, un lugar que nunca debió de haber desaparecido. Aunque con el paso del tiempo, hombres y mujeres hayan luchado para conseguir y proteger sus derechos, la sociedad moderna sigue presentando dificultades para muchas personas en este sentido. El progreso es una innegable realidad. Desde el 2015, las mujeres en todos los países del mundo tienen derecho a votar. Hoy en día, muchos gobiernos son liderados por mujeres o sus gabinetes son, en su mayoría, “territorio femenino”. Pero, aunque existe progreso, este no deja de ser lento y disparejo. Muchas mujeres alrededor del mundo son mal representadas y menospreciadas en la vida pública. Actitudes que detienen su desempeño son motivadas por los estereotipos que cuestionan la capacidad de la mujer en el ámbito político, una que muchas veces es mayor a la del hombre.
De la misma forma, sin importar que reconozcamos que el desarrollo, la paz y la prosperidad de las sociedades no puede ser alcanzada sin la mitad de la población, nos encontramos en un laberinto sin salida en cuanto a la presencia de mujeres en la toma de decisiones. Podemos cerrar los ojos e imaginarnos asientos vacíos alrededor de las mesas importantes y eso es fácil porque así nos han educado. No es progreso cuando se brilla por no ser parte, por estar detrás de cámaras o por no ser tomada en cuenta.
En 1975, las mujeres representaban un 10,9 % de los parlamentos en el mundo, diez años después, este porcentaje no aumentó más que a un 11,9 % de representación. Es increíble que nos creamos los cuentos de desarrollo y progreso cuando no se puede ser mejor en lo más simple y elemental, los derechos humanos. La realidad es que la democracia y la política son conceptos sin fondo, cuando no son tomados en cuenta como acciones llevadas por hombres y mujeres juntos.
Hemos sido capaces de reconocer como realidad lo que nos repite la propaganda mundial, tomando como propios principios que nos dividen entre géneros, creando crisis que van más allá de la política. Sabemos que la participación de ambos, hombres y mujeres, en una sociedad es elemental. Cada uno aporta a la mesa con actitudes, opiniones y puntos de vista distintos y necesarios. Los cambios en el funcionamiento de los parlamentos reflejan la presencia de la mujer como un punto positivo; así como las decisiones maduras y positivas que se han tomado en países que ahora tienen un mejor resultado en cuanto a la pandemia y al enfrentamiento de sus consecuencias. No se puede negar que esta presencia femenina era necesaria y se pedía ya a gritos.
Estudios han notado que, cuando una mujer es representada por otra mujer, hay una considerable influencia en el comportamiento de ellas en la vida política, un orden de prioridades de la vida privada y mayor sensibilidad en las cuestiones de género en todos los aspectos del gobierno.
Una de las preocupaciones más importantes que evidentemente se deriva del continuo rechazo y negación de derechos, es la violencia contra la mujer. Aunque no sea una cuestión únicamente limitada al género femenino, hemos visto que, no por casualidad, hay grandes esfuerzos por eliminar este después de notar que afecta a enorme escala en la sociedad. ¿Por qué es importante entonces la inclusión de la mujer en algo más que la vida pública? Según un reporte que dan las Naciones Unidas sobre las mujeres en la política, en países como España, Ruanda y Pakistán, la participación femenina en estos asuntos ha presentado un progreso ejemplar y visible ante los ojos del mundo entero. En el 2003, en Ruanda, aproximadamente el 48,8 % de los candidatos elegidos para la cámara baja fueron mujeres; en Pakistán, la Asamblea General se encuentra bajo el mando de una mujer, quien ha coordinado la ayuda a mujeres en este país. De la misma manera, en España, la participación de mujeres en el parlamento alcanza hasta un 30 %, lo que ha logrado dar no sólo un enfoque legislativo a favor de las mujeres, sino ha traído un importante seguimiento y control a las acciones tomadas por el gobierno.
La participación de la mujer en la sociedad está en peligro, aunque no lo parezca. Con poca representación y falta de respaldo, su capacidad como líderes y agentes de cambio es cuestionada. Grandes organizaciones han tomado cartas en el asunto, interesándose y reconociendo que hace falta escuchar el grito de la mujer ya no solo desde el público, sino desde el escenario. Pero estas iniciativas no sólo pueden apoyar las acciones femeninas en cualquier ámbito, sino el actuar conjunto de hombres y mujeres que se reconocen igualmente dignos de derechos y obligaciones en su comunidad.
El mundo esta lleno de personas desbordándose de ganas de participar y de ser escuchados sin miedo a la violencia en su contra. Nos hemos enfrentado a grandes guerras entre poderosas naciones, y hoy, como desde hace muchos años, nos enfrentamos a una guerra contra la humanidad misma, a una guerra que rompe con la esencia más profunda de los miembros de una sociedad. Es momento de luchar por el respeto que todos se merecen por el simple hecho de ser parte de la misma raza humana.
FB: Rocío Lozano
Instagram: @rociolozanos
Twitter: @rociolozanos