Level Up

Aldo Obregón Criterios

“Los que no tuvimos y luego tuvimos” 

Desde hace años dedico una parte importante de mi tiempo a la docencia. Encontré mi área de especialización en la educación musical y escénica, enfocada en niños de nivel primaria. Trabajar con pequeños estudiantes es un reto que me tomo en serio, tomándolos en serio a ellos. Recuerdo de mi infancia es a los adultos que no me trataban como tonto, sino como una pequeña persona capaz de comprender todo si se me explicaba con los códigos correctos. Tratando de imitar a los adultos que me caían bien, me ha tocado explicar la revolución rusa a una niña de seis años que quiere aprenderse una canción de la película “Anastasia” o la relación que guarda “El Rey León” con el teatro más clásico.  

Platicar de lo anterior resulta muy fácil y divertido si lo comparo con intentar explicarles que mi infancia sucedió en otro mundo. Mas allá de mostrarles lo gigantes que fueron los celulares, lo pequeños que se volvieron después; o de jugar con la idea de resolver problemas modernos a “la antigua”, lo que me gusta es hacerles entender lo infinitamente distante que nos parecía lo que ahora es básico en la comunicación humana. Soy parte de las últimas generaciones que no tuvimos y luego tuvimos, que existimos primero en el mundo real y luego nos inventamos en el mundo virtual. 

“El internet más torpe pero más libre” 

Éramos muy pocos y no nos veíamos las caras. Un “@” antes de tu nombre indicaba que funcionabas como “moderador” del canal, una figura que infundía respeto y nos obligaba a conducirnos con prudencia. El Moderador, era una persona de carne y hueso, la mayor parte del tiempo: sabíamos que ahí estaba, vigilante, esperando a que la discusión se pusiera candente para levantar su virtual tarjeta de amonestación y “botar” a alguno de los participantes del canal. En este contexto leí por primera vez la palabra “Bot”. Mi hermano mayor, moderador del entonces famosísimo canal #Puebla, me explicaba que un Bot es un tipo moderador virtual, diseñado para hacer lo que el programador quisiera en pos de mantener el orden. Años más tarde, mi mismo hermano programaría un Bot para hacerle la vida imposible en Twitter a cierta compañía de internet, pero esa es historia para otro día. 

Lo interesante de analizar nuestros primeros comportamientos en la red no está en lo tardado que era subir una foto o lo imposible de bajar una canción. Mas bien, me gusta darle vueltas a otro tipo de torpeza: la que explora el terreno desconocido, intentando darle forma a lo que sus ojos ven comparando lo nuevo con lo que ya es familiar.  

Una nueva realidad al otro lado de la pantalla. No lo sabíamos, pero eso de brincarle encima a las tortugas y dispararle a unos patos nos estaba preparando para lo increíble. 

“Liza: favor de responder a lo que a continuación te voy a preguntar” 

Siempre he sido una persona que gusta de vivir muchas vidas. En la secu, por un lado tenía a los compas de las pláticas adolescentes que huelen a AXE, las canciones, del vivir en la carne y sangrando por todos lados. Por otra parte, tenía a mi carnal el “Frank”, una de las personas mas sinceras y transparentes que la vida me ha puesto enfrente y con el que compartía las obsesiones tecnológicas, los videojuegos y todo lo que, pixeleado o no, nos arrojara la pantalla.  

Un día, entre Final Fantasy y Diablo II, el Frank me mostró un programa de código abierto que permitía hacer magia: uno podía formular una pregunta en voz alta frente a una computadora SIN MICRÓFONO y recibir una respuesta prácticamente inmediata, real y humana en forma de texto blanco sobre una pantalla negra. 

P: ¿De qué color son mis zapatos? 

R: Son Nike y son negros 

P: ¿Cuántos dedos estoy mostrando? 

R: Tres 

Me voló la cabeza. Me dio miedo. Me emocioné. 

No voy a revelar el truco por si el código sigue ahí volando y alguien lo encuentra y quiere divertirse un rato haciendo travesuras, pero sí quiero contar que con un poco de ingenio, algo de malicia y mi natural tendencia a querer llevar todo al límite, logramos que llevaran un cura a mi casa para exorcizar la computadora. 

No estoy seguro, pero me aventuraría a decir que gracias a este código tuve (y obligué a varias personas a tener) mi primer acercamiento con la realidad aumentada. No lo sabíamos, pero estábamos jugando al “Pokemon Go” prehistórico. 

“Insert coin” 

En algún momento dejé de moverme en el filo de la tecnología y pasé a ser consumidor de tecnología. Me asombran las velocidades, las capacidades y los usos prácticos, pero hace mucho dejó de vibrar en mi interior el asombro y la emoción por imaginar lo que vendrá. Mi adolescencia, la mas ingenua y maravillosa, coincidió con el amanecer de la democratización del internet y creo que en mi interior esperaba algo diferente, algo más parecido a cuando éramos pocos y no nos veíamos las caras. 

Durante años mis informáticas manías pasaron a segundo plano, pero el niño “geek” ahí seguía, esperando una oportunidad. Nunca dejé de jugar, aunque debo admitir que, de el universo de posibilidades, regreso mucho a brincar sobre tortugas.  

La primera edición de mi segundo disco “Verde”, contiene un videojuego secreto. Fue mi primer acercamiento a la programación “formal” y ahora el plan es convertir el programa de Historia de México en un larguísimo RPG.  

En fin, siempre he sido una persona que gusta de vivir muchas vidas. 

@aldoobregon