El Cambio del Bello

Criterios Jaime A. Romano

Hoy quisiera comentar con ustedes mi experiencia de amor-odio hacia uno de los museos más emblemáticos de Puebla, el Museo José Luis Bello y González.  

Ubicado en la esquina de la 3 sur y la 3 Poniente, este recinto guarda una de las colecciones más diversas en la Ciudad, desde una antigua ánfora romana (la cual presumen es la pieza más antigua del museo), hasta una pintura del afamado Jesuita Gonzalo Carrasco, pasando por cristales de Baccarat, porcelanas Chinas, y hasta vitrales de la firma Pellandini (mismo que hizo el vitral del Pasaje del Ayuntamiento y el vitral del Gran Hotel de la Ciudad de México, entre otros). 

Comienzo explicando el amor a este recinto y este reside de principio en mi admiración hacia el equipo de atención al visitante, ya que han hecho de cada una de mis visitas una experiencia muy agradable, debido a la excelente atención que he recibido por parte de quienes colaboran con el museo. Hace años recuerdo que asistí y fui atendido por dos mujeres ya de avanzada edad, muy joviales y amables, que en su momento simpatizaron con los sentimientos que compartí con ellas respecto al museo; hace 3 años tuve la fortuna de asistir a un concierto en su sala de música y de igual manera el personal del museo se encontraba en la mejor disposición durante este evento (quizás porque era aniversario del museo y se encontraban de manteles largos); y en mí más reciente visita no fue la excepción de esta norma, el equipo que está a cargo de la atención al visitante se ve que gusta de su labor (felicitaciones a Octavio, que de manera muy segura recorrió el museo conmigo, explicando las obras más importantes y resolviendo mis dudas acerca de las mismas, así como ofreciendo datos curiosos sobre el mismo). 

Mi amor también reside en el acervo del museo, ya que aquí ustedes pueden gozar de un viaje donde admirarán bellas imágenes de motivos religiosos, increíbles retratos, indumentaria religiosa de manufactura extraordinaria, vitrales que sin duda pertenecen a una época que ya no existe, un Euphonicon (piano con sus cuerdas en vertical) el cual presumen orgullosamente que es el que se encuentra en mejor estado de los 4 que se conocen en el mundo, una bellísima representación de Cleopatra (con una obvia influencia europea), o los famosos trampantojo (cuadros que engañan al espectador por medio de la técnica que emplean en su representación); entre muchas más obras de arte, sin duda habrá alguna que cautivará su atención.  

Ahora, bien dicen que del amor al odio hay un solo paso, aquí el odio es a quienes se han encargado de descuidar este museo, ya que de la colección de relojes que existía en el museo sólo se puede ver una ínfima parte, las grandes exhibiciones de talavera ya no se encuentran, una de las joyas que albergaba este museo era la pintura de la “Virgen del Apocalipsis” del novohispano Cristobal de Villalpando, (famoso por decorar la cúpula del altar de los Reyes de nuestra Catedral) restaurada por parte de Fomento Cultural Banamex hace algunos años, ahora se encuentra en el discurso museográfico del Museo Internacional del Barroco, así como innumerables obras que fueron enviadas a dicho museo. Ni hablar de la visita en la que encontré los pisos de duela inflados por la humedad, dos meses después de una supuesta recuperación del museo. La carencia de fichas informativas en el museo es increíble, siendo que el acervo es muy amplio y se requiere tener esa información sobre todas las piezas que se encuentran en exhibición.  

Aún así, el museo sigue siendo un referente de la cultura en la entidad, una gran colección que comenzó como privada y gracias al altruismo de la familia Bello, pasó a ser parte de la historia colectiva de los poblanos; por ello los invito a que se den la oportunidad de visitar el museo, de aprender sobre los tesoros que el mismo alberga, les aseguro que es uno de los espacios más seguros para visitar durante estos tiempos en los cuales nos preocupa el contacto y la distancia, cuentan con los protocolos suficientes para recibirlos y tendrán un agradable momento para despejarse y aprender un poco.  

jaime.aguilar@criteriodiario.com