(O de la agonía de los Recesos Legislativos, la Comisión Permanente y las Sesiones Extraordinarias)
¿Estamos listos para tener un legislativo de tiempo completo?
La irrupción del COVID-19 ha impactado, en un mayor número de ocasiones, de forma negativa los distintos ámbitos de la vida de nuestra sociedad. Pero también, a su paso, deja entrever nuevas realidades que, develan un cúmulo de áreas de oportunidad en distintas vertientes de nuestra vida cotidiana.
El caso del desarrollo del trabajo legislativo no ha sido la excepción. Como ya se habló en este mismo espacio y en una ocasión anterior, el Congreso del Estado, al adoptar las medidas correspondientes a la Jornada Nacional de Sana Distancia (desde el mes de marzo pasado) migró sus sesiones de Pleno, tanto ordinarias, extraordinarias y solemnes, a la modalidad virtual u online.
Estoy seguro de que, esta reconfiguración del trabajo parlamentario, en sus formas, debió estar sujeta a una deliberación aguda y amplia por parte del órgano de gobierno del Congreso, la Junta de Gobierno y Coordinación Política y que; además, el procesamiento de la decisión no debió haber sido nada sencillo para el órgano técnico administrativo de dicho poder. Haberlo logrado tiene su mérito y merece todo el reconocimiento.
Con esta “nueva normalidad legislativa” implementada, ya desde hace 6 meses, con sus puntos positivos y negativos, pero al final aceptables, puedo aventurarme a concluir que, el Congreso no detuvo el ritmo del trámite legislativo que se le brinda a los diferentes temas que ahí se procesan, es decir, no hubo parálisis legislativa.
Con esta premisa en la mesa, surgen preguntas y planteamientos como: ¿es posible avanzar hacia un Congreso Permanente?, ¿estamos en la antesala de la desaparición de la Comisión Permanente y las Sesiones Extraordinarias? Después de una aplicación exitosa (podríamos así calificarla en términos generales) de las sesiones a distancia ¿tienen razón de existir los Recesos Legislativos? ¿Qué justifica, hasta nuestros días, la existencia de dichos recesos?
Al respecto, el artículo 38 de nuestra constitución local refiere que:
“Los diputados son inviolables por las opiniones que manifiesten en el ejercicio de su cargo y deben, en los recesos del Congreso, visitar los Distritos del Estado, para informarse de la situación que guarden la educación pública, industria, comercio, agricultura y minería, así como de los obstáculos que impidan el progreso de sus habitantes, y de las medidas que deban dictarse para suprimir esos obstáculos y favorecer el desarrollo de la riqueza pública.”
La ingeniería constitucional para las y los legisladores es clara, les mandata acudir a su distrito durante los recesos, para informarse de las principales necesidades de sus representados. Esa es, hasta hoy, la justificación de la existencia de los recesos, durante los cuales, hay que decirlo, el Congreso funciona de manera “limitada” (sólo puede aprobar acuerdos y no reformas o nuevas leyes), por medio de la Comisión Permanente que, es un órgano legislativo, integrado de manera plural por 9 legisladores, cuya actuación se restringe a la temporalidad del mismo receso.
Existe un mecanismo para romper la limitación de la Comisión Permanente, y es que esta última, por acuerdo de la Junta de Gobierno, convoque a Sesión Extraordinaria (Pleno), para discutir y, en su caso, aprobar determinados temas planteados en un orden del día.
Pareciera un poco barroco el trámite, a veces lo es. Pero es necesario en tanto existen periodos ordinarios, de receso y sesiones extraordinarias del Congreso.
Las disposiciones constitucionales han sido establecidas en un tiempo definido para una realidad que, definitivamente es cambiante. La vigencia de una ley, o en esta caso, de una porción normativa constitucional parece haber topado con una circunstancia contingente que, exigió el uso de las tecnologías de la información aplicadas a la dinámica institucional del Poder Legislativo, arrojando la posibilidad de transformar la conceptualización del “Receso Legislativo, Comisión Permanente y Sesiones Extrordinaras” a un grado tal que, desde mi perspectiva, es viable desaparecer; dando paso a un Pleno de tiempo completo, tal vez sólo interrumpido por el periodo vacacional del que por ley disfrutan los burócratas adscritos a dicho Poder.
¿Cómo operaría el Pleno de tiempo completo? Dentro de esta perspectiva podría plantearse de la siguiente forma: a) Establecer un solo periodo ordinario con una duración anual; b) Plantear un modelo híbrido de sesiones de pleno, combinando las sesiones presenciales con las sesiones a distancia, a efecto de seguir promoviendo el acercamiento de los diputados con los ciudadanos en cada uno de los distritos (dentro de los recesos contemplados hasta el día de hoy, podrían celebrarse las sesiones de Pleno a distancia).
Veo tres ventajas en esta propuesta: la primera, tendría un impacto sustancial en la disminución del rezago legislativo (instrumentos legislativos sin dictaminar), al tener un mayor tiempo para poder procesar en el Pleno la diversidad de iniciativas o puntos de acuerdo suscritos por las y los legisladores; la segunda, como consecuencia de la primera, se tendría mayor tiempo para enriquecer el debate parlamentario y, con ello, mejorar la calidad en la legislación, y; la tercera, se simplificaría la ingeniería institucional en cuanto a la dinámica del Congreso (al eliminar tiempos legislativos aplicados a la elección de la Comisión Permanente, al eliminar también los procesos para citar a sesiones extraordinarias, entre otros procedimientos propios de dichas disposiciones).
No es algo menor. Para materializar esta idea se tendrían que llevar a cabo reformas constitucionales y legales. Aunque su puesta en práctica, en la parte operativa, ya está avanzada como resultado de la contingencia sanitaria, también implicaría realizar ajustes de carácter técnico, sobre todo, en la certidumbre al momento de emitir votos.
Sin embargo, bien vale el esfuerzo poder contar con un Congreso de tiempo completo, más eficiente y que privilegie la construcción de un marco normativo con calidad. Cuestiones que seguramente impactarían de forma positiva en la vida de los representados y en la opinión pública que se tiene respecto de los diputados y su desempeño.
josimaralejo@criteriodiario.com

