Unos juegan golf, otros sin oportunidades

Criterios Fadia Márquez Cabrera

Hace unos días el senador por Movimiento Ciudadano formó parte de las burlas y memes (bastante creativos) en redes sociales al respecto de su comentario tras una entrevista donde expresó haber sufrido a los 15 años al acompañar a su papá a los juegos de golf por la mañana, donde padecía una complicadísima labor, “era bien duro, porque me decía, si te pago la semana, te tienes que ir al golf conmigo, terminando los dieciocho hoyos, te pago.”   

Las palabras de este individuo aparte de ser el dolor de cabeza de sus asesores políticos, es una burda ilusión de meritocracia para desdibujar la condición de él y de muchos otros hombres blancos, de buena posición económica, de educación privada y otra suma de privilegios. Estos discursos ayudan a legitimar la inequidad, la desigualdad y minimizar las dolorosas carencias del día a día de la mayoría de los mexicanos y mexicanas.  

¿Qué tan alejado de la realidad debes estar para considerar que eso representa el trabajo duro?, ¿Qué podríamos decirle a Samuelin? Nos vienen a la mente muchas cosas, pero tan sólo aquí algunos datos acerca de las juventudes, trabajo y la pobreza en su país:  

Según CONAPRED (2017), los jóvenes son el grupo etario más numeroso en México, pero también el problema principal en este grupo es la pobreza, pues casi la mitad vive en esta condición. La pandemia intensificará de manera profunda las desigualdades ya existentes, afectando en gran medida a los y las jóvenes en cuanto a sus oportunidades educativas, posibilidades de desarrollo laboral, el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos, el aumento de violencia entre otros aspectos.  

El encierro visibilizó las brechas en el ámbito del acceso a la información, la cobertura de acceso a internet y las brechas digitales en el ámbito educativo en niños y jóvenes, brechas que son situadas claramente de forma acentuada en las zonas rurales.  

En este sentido, algunos datos según la Encuesta sobre juventud y COVID-19 del Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible en América Latina y el Caribe (ONU Mujeres, 2020)  arroja elementos preocupantes acerca de los hogares y los jóvenes, algunos hallazgos preliminares de dicha encuesta indican que el 20% de las y los jóvenes temen por su situación educacional, ligado a un aumento en la desvinculación educativa a raíz de la pandemia, retrasando sus posibilidades de desarrollo. Un dato que nos habla de cómo ha afectado a la economía familiar la pandemia es que solamente 4 de cada 10 jóvenes estudia a tiempo completo.  

Por otro lado, 1 de cada 3 jóvenes de la región en el mercado laboral indicaron que su situación laboral se vio afectada, sufriendo desde reducciones de jornada hasta la pérdida de sus empleos. También hay un aumento significativo en la carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerados en personas jóvenes. Particularmente, la carga es mayor en mujeres jóvenes y en jóvenes entre 20 y 24 años.  

Muchos de los programas o políticas orientados a la juventud se sitúan en una construcción del sujeto problemático o estigmatizado por problemas como la drogadicción y delincuencia; pocas veces se sitúan en espacios para la escucha, la expresión y la participación. 

Las palabras de Samuel hacen evidente el cinismo y la gran desvinculación que existe entre los actores en el poder y los sujetos gobernados, sus afectos, sus necesidades y la consciencia de su vulnerabilidad. En ese último aspecto, visualizando estos y otros datos, es muy claro que existe un sector desprotegido mayormente por las políticas educativas y laborales de manera efectiva, así como de otros derechos sociales posicionando a los jóvenes en peor situación que otros mexicanos y mexicanas en cuanto a acceso a servicios de salud, calidad de espacios de vivienda y otras condiciones socioeconómicas que se han incrementado ante el panorama de salud actual. ¿De qué sirve tener personas jóvenes en el poder si no se acercan a las realidades de otros jóvenes? 

fadia.marquez@criteriodiario.com