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La historia la cuentan los vencedores

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A propósito del 6 y 9 de agosto, es acertado hacer mención al viejo refrán atribuido a George Orwell y después masificado por Winston Churchill, y que dice “la historia la cuenta el vencedor”, esto significa que, la historia y su relato serán siempre contados por el ganador. Esto que supone que, la historia y su relato serán siempre contados por el ganador, inclusive, aunque la realidad sea tan estrepitosa y con dimensiones de monstruosidad nunca superadas como en las bombas atómicas, de las cuales poca y ninguna referencia cinematográfica occidental o mundial de gran reconocimiento se ha hecho, y donde no aleatoriamente, las conmemoraciones tampoco son populares en múltiples naciones del mundo.

Existen otros eventos como el de las torres gemelas, que se hace mundialmente conocido y acapara programas de televisión, documentales y reseñas todos los 11 de septiembre de cada año, así pues, en un gran porcentaje de naciones del mundo la fecha del 11-S es nacionalmente recordada.

No pretendo afirmar tampoco que no existan a la fecha, numerosos documentales o películas (en su mayoría de cine oriental e independientes) que aborden lo ocurrido en Japón y conmemoren la muerte tortuosa (incinerados, intoxicados, fallecidos tiempo después a causa de la radiación residual y bajo cánceres agresivos e inexplicables) de más de 110.000 civiles, es decir, ancianos, mujeres, hombres, niños, etc. Sin considerar animales, plantas ni el enorme daño ambiental que conllevaron las bombas atómicas.

Al respecto, quiero mencionar la obra cinematográfica japonesa del Studio Ghibli “La tumba de las luciérnagas” de 1988, la cual intenta relatar desde la inocencia de dos pequeños niños, Seita de 14 años y su pequeña hermana Setsuko, la manera en que los civiles en Japón fueron los directamente atacados y como intentaban los más débiles sobrevivir, pues muchos niños huérfanos  que cargaban desnutridos, perdidos o heridos, a sus aún más pequeños hermanos, murieron finalmente de inanición o como resultados de enfermedades resídales a la guerra, todos estos detalles y dramas, hicieron merecedora a esta película inspirada en una novela del mismo nombre, de múltiples reconocimientos y ser inclusive catalogada como una de las mejores películas antibelicistas, e integrar para algunos críticos, la lista de las mejores películas de la histórica, aun cuando tardó más de 10 años en llegar al cine occidental, esto a través del festival de cine de Chicago de 1994.    

Otras películas tuvieron mejor suerte gracias a la producción de la época dorada del cine, liderada casi que de forma exclusiva por Hollywood, y donde la historia de las acciones de los aliados, ha sido recreada como grandes hazañas estratégicas por el bien del mundo, contrario a las acciones bélicas y reprochables del otro bando, los del eje, o donde las actuaciones contra Estados Unidos y/o su población civil, han sido elevadas a ataques a la misma humanidad, siendo escalonadas sus fechas conmemorativas a días de celebración o de distinciones en otras muchas naciones.

Reiterándose así que, la historia la cuentan los vencedores, y ante lo cual, masacres, violaciones tumultuarias, torturas, saqueos y asentamientos de fuerzas militares norteamericanas en países como Irak y otros, aun no ocupan grandes guiones cinematográficos, musicales o literarios con dimensiones hollywoodenses, ni recordamos sus víctimas ni actos relevantes, como fechas de interés en otras naciones ni en libros de historia general, porque la historia no la cuentan ellos, y así, su verdad es inexistente, mientras que las verdades históricas, como mentiras muchas veces repetidas, son las que se escriben para la posteridad.