Lo Íntimo, lo Privado y lo Público

Criterios Luz Rosillo

Esto ya no se detiene. El auge de la tecnología para la vida se va concretando o normalizando aún con la brecha digital y la desigualdad social. El consumo de tiempo en la Internet y el uso de mensajerías como “Telegram” o “Whastapp” y redes sociales como “Instagram” o “Facebook”, se convirtió en una forma de estar cercano al otro en la distancia. 

Seguramente veremos en pocos años, las bondades y los estragos; las deficiencias y lo aprendido en esta exposición que, si bien es necesaria, nos llegó de prisa, de modo muy atractivo, sin reglamentación suficiente y sin el conocimiento necesario. Si es que pasamos del manejo de redes sociales, a las estrategias digitales, al marketing digital y al análisis de datos para ver la inteligencia artificial que hace algunas décadas era tan sólo ficción. 

Pero no nos detendremos en el tema tecnológico, sino en el tema de fondo estimado lector: Lo que publicamos en nuestras redes; ya que de esto y de lo que contamos a diario alimentamos los datos de las redes y su algoritmo con nuestros datos.  

Nada es gratis, mucho menos una red social, que tenemos que mirar como un negocio. Vamos a un negocio y compramos porque necesitamos o deseamos algo. Tal vez buscamos recreación, reconocimiento, información, terapia, desahogo, sentido de pertenencia o diversión. No importa cuál sea el caso, siempre vamos dejando nuestra huella en ese negocio, en el que aceptamos ingresar, otorgando “libremente” nuestros datos. En el caso de Facebook también vamos dejando algunos datos más sensibles que los personales. 

Y créanme, esos son datos valiosos para terceros, interesados en saber qué consumes, cómo lo consumes, qué te gusta y sobretodo qué sientes. Los nativos digitales han perdido el miedo y el filtro a toda exposición, ni la inseguridad, ni los ciberdelitos los entienden a la primera. Son generaciones que necesitan ser formadas para entender no sólo su huella digital sino la reputación digital que se va dejando también.  

Pero no sólo ellos, la vida de quienes crecimos con las redes o las que se fueron adoptando poco a poco, la vamos escribiendo con cada posteo: Bautizos, divorcios, reconciliaciones, parejas, bodas, hijos, fiestas, cumpleaños, juguetes, ropa, relaciones de amigos, fotos, fotos y cientos de fotos. Una mamá o una abuelita que han usado redes desde el 2006 ha dejado por quince años la huella de su hijo, hija o nietos. Entonces ¿Se trata de no usarla? No lo creo. Primero que nada, es inviable y poco realista se trata de cómo y para qué las usamos. 

Es momento de mirar qué nos motiva a subir algo a una red. Si el contenido es de valor y si además es íntimo, privado o público. Las personas que trabajan en la vida pública tienen mucha mayor exposición e incluso utilizan su vida privada para lograr empatía, “likes”, votos; ya sean artistas, empresarios, políticos o los famosos influencers. Para quienes usan las redes por entretenimiento es válido hacer una pausa y poder definir, si esa foto con esa persona representa para mí un momento íntimo o privado, ¿Qué tanto es mía y qué tanto la quiero hacer de los demás? Porque no sólo compartimos una foto, sino emociones y sentimientos positivos y negativos hacia otros. 

Una vez que publicas, no hay marcha atrás. Nada se borra. Siempre hay un tuit, una captura de pantalla de lo que se escribió y se compartió, una foto enviada que cualquiera podría hacer pública, incluso contra las leyes, que cada vez se han ido perfeccionando en este tema de datos personales. 

En lo digital, toda intención cuenta y todo deja huella. Las redes no son nuestras, pero nosotros hacemos a las redes con los contenidos que compartimos con otros. Si queremos mejores entornos digitales, construyamos mejores entornos digitales, compartiendo menos cosas, pero de más valor, revisando la seguridad de nuestras redes, revisando la lista de seguidores y amigos, recordando que lo íntimo y lo privado, no siempre trae buenos resultados cuando se migra a lo público.  

Este es el mejor momento de ser más responsables de lo que consumimos y del entorno digital que construimos. 

Entrelíneas

Si nuestros futuros candidatos creen que pueden ganar las próximas elecciones usando igual las redes sociales, me temo que obtendrán no sólo pérdida de votos, sino de la confianza ciudadana. 

Deberán aprender a leer los entornos digitales, nada favorecedores para los políticos, deberán salir de su propia burbuja digital y tendrán el gran reto de ser íntegros y eso no debe confundirse con cercanía, ni con compartir la vida privada, ni con dar muestras de solidaridad.  

La integridad, no sólo es hacer lo correcto cuando no nos ven, también es prometer lo correcto, lo que se necesita cuando aún no se ha ejercido el voto. Integridad en las propuestas y capacidad de soluciones es el reto. 

Si las campañas se vuelven un ring de lucha entre máscara dorada y máscara plateada, con promesas inalcanzables y no necesarias y sin escuchar al ciudadano, la confianza y la participación en la vida pública, seguirán por un buen tiempo sin afianzarse y nuestro país merece mucho más. 

Y mientras la vida pasa, que se fortalezca la esperanza. 

@LuzRosilloM