Me enamoró con cada palabra, me destruyó con cada acción.
¿Quién no ha perdido un amor? La ruptura de pareja es una de las situaciones de duelo más difíciles de superar, porque de hecho, la persona no desaparece (como cuando fallece) sino que sigue existiendo y viviendo pero sin mí.
Y lo que es peor, tendré la ocasión de ver cómo rehace su vida con otra persona, me lo encontraré por la calle, veré a sus amigos y familia y tendré que pasar por una serie de situaciones que no me serán gratas.
La ruptura es unilateral, es decir, sólo una de las partes quiere dejar la relación, de ahí se dan una serie de fases en el duelo de quien es “abandonada”. Son cinco las fases.
La primera es la pérdida. El enojo, la sorpresa o el temor cumplido, aquello que veníamos sospechando desde hacía un tiempo se ha hecho realidad, me han dejado. En esta fase es de contacto con la realidad. A veces hemos estado en una relación destructiva durante un tiempo y nos hemos servido de herramientas como la negación para no afrontar la verdad (que mi relación estaba destinada al fracaso).Está fase no dura mucho ya que pasas del enfado a la tristeza. En las fases hay errores que se cometen, en esta es la suplica de no dejarme pero al final la otra parte terminará haciéndolo.
En la fase dos la desesperanza es difícil ya que el estado de ánimo se deprime, mi autoestima baja y no me ha dado tiempo aún a adaptarme. Es ahora cuando suelen surgir los pensamientos catastrofistas del tipo “nunca encontraré a nadie como tú “no me volveré a enamorar”. La conducta más habitual en este período es encerrarse en sí mismo, no salir de casa y dejar de realizar actividades de ocio. Esto te lleva a que se alargue la tristeza más de lo necesario.
Negar la situación es lo peor que se puede hacer; pensar que es pasajero cuando me han dejado claro que es definitivo. Es el autoengaño más frecuente. Afrontar la realidad y aceptar la nueva situación.
Al pasar de los días entramos en la fase en la que creamos una curiosa fantasía: la persona que nos ha dejado era perfecta. Sólo nos acordamos de lo bueno de la relación y todo nos recuerda a nuestro ser amado. Es el tiempo en el que empezamos a hablar mucho de la ruptura, con amigos o familia. En esta fase corremos el riesgo de intentar que mi ex pareja vuelva conmigo, a toda costa. Y no lógralo causara una gran depresión. El error en esta fase es mantener contacto con tu ex. Al no conseguir esto nos sentimos frustrados.
Asimilar la realidad nos hace sentir mejor, estamos en la aceptación. Esta persona ha dejado de formar parte de mi vida y ahora toca que yo inicie nuevas rutinas y actividades sin él/ella. Estableciendo el cambio, no es sencillo y nos provoca sensaciones raras pero al final estamos superando esto.
Disfruta de esta nueva etapa. Hay muchas cosas de las que disfrutar en la vida sin una pareja. Ganas en independencia y tu tiempo vuelve a ser tuyo por completo. Sal de casa, conoce a gente, retoma amistades que igual habías dejado un poco de lado por falta de tiempo, búscate hobbies y haz aquellas actividades que no hacías sólo porque tu pareja no las compartía contigo.
Ya que aceptaste viene lo mejor de todo este proceso la superación. En este momento estás preparado para recordar tu anterior relación de pareja con objetividad. Analiza, evalúa y verbaliza con alguien los errores cometidos para aprender de ellos. Evita el rencor porque culpabilizar sólo a la otra persona de la ruptura es injusto. A no ser que haya habido un motivo claro como la infidelidad o el maltrato, el desgaste de una relación no lo produce sólo un miembro de la pareja. Ahora ya estás listo para encontrarte con quién fue tu pareja y no sentir tristeza.
No tengas miedo de perder a quien no se siente afortunado de tenerte
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