Homenaje a Jorge Peart

Aldo Obregón Criterios

Conocí a Jorge Peart recién mudado a CDMX. En cuanto acabé la prepa me moví al entonces Distrito Federal para engrosar la de por sí nutrida comunidad de cantautores que a mediados de los 2000´s hacíamos base en el monstruo adorable que es la capital de nuestro país.

Jorge era a toda madre, no se me ocurre otra frase para describirlo.

Era inquieto y tenía ideas poco comunes en el gremio del cantautor, estaba tan chavo como yo y lo recuerdo como un tipo precoz y apurado, también como yo.

Creo que hasta cuando lloraba sonreía y lo recuerdo prácticamente siempre de buenas.

Dejó de cantar y tocar antes que yo para dedicarse de lleno a “LAMBDA”, su casa productora, y desde entonces perdimos un poco el contacto. Para darle el tiro de gracia a la frecuencia que alguna vez tuvimos, me mudé de regreso a Puebla que justamente en ese momento agonizaba como ciudad foro, cosa que años antes podía presumir mi amadísima Angelópolis.

“Nos quedamos en puntos suspensivos…”

De vez en cuanto me gana el morbo y me doy una vuelta por los perfiles de algunos amigos con los que perdí contacto. La verdad cada vez utilizo menos las redes sociales más que para promocionar mi trabajo, así que de milagro me entero de los conciertos de los amigos y es aún menos probable que el chisme me llegue a menos que yo lo busque. En una de esas búsquedas me enteré de que Jorge se había casado con otra cantautora.

Meses después lo felicité en su cumpleaños publicando una foto en la que estamos juntos en lo que creo que reconozco como Coyoacán junto a un par de amigos más. Yo con unos cuantos muchos kilos extra y Jorge con sonrisa amplia.

La última vez que nos vimos en persona fue en su estudio. Yo pasaba por un bache emocional muy fuerte y entre rones nos mostramos las canciones nuevas y platicamos de la vida. Salí contento, o lo más contento que podía estar en ese periodo de mi existir, y desde entonces otra vez nos perdimos la pista. Hasta hace un par de días.

“Nada que hacer”

Una vez fuimos juntos a tocar a Orizaba. No recuerdo si el concierto era mío o suyo o de alguien más, pero decidimos que queríamos cantar a dueto una canción, cosa que los dioses y diosas saben que no es mi fuerte. Montamos una de sus canciones y recuerdo mi enorme orgullo al repetir una y otra vez un video que ya no existe en el que quedó evidencia de que en ese entonces podía, de vez en cuando y con un poco de suerte, hacer una segunda voz de manera satisfactoria y más o menos efectiva.

Recuerdo otra noche saliendo del “Albanta”, un foro al sur de la CDMX. Esa noche Jorge me llevó a una fiesta que fue importantísima en mi vida. Después de mucho ir y venir humano, terminamos Jorge, Adrián Villagomez, Dafne Zúñiga y yo en un cuartito cantándonos canciones ya muy borrachos y hasta altas horas del mediodía. En esa fiesta conocí a Adrián y el me convenció de usar mi voz con la potencia que esta misma me pide y sin preocuparme tanto por algunas opiniones que en ese entonces me conflictuaban.

Alguna vez tocamos en Plaza Loreto, alguna vez me emborraché en su departamento ahí cerca de Metro Zapata. Lo recuerdo en muchos festivales con su pañoleta y su Takamine fea, sus discos con maquila interesante y ganas de beber ron y hacer fiesta. Recuerdo pocas de sus canciones pero mucho de su voz. Recuerdo y me quedaré recordando sin cotejar el pasado con el presente, porque así es la vida y no hay nada que hacer.

Jorge Peart fue un cantautor joven, sincero, honesto y muy a toda madre.

Eso.

Jorge Peart era un tipo muy a toda madre.