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El miedo al conflicto

Criterios Estefanía Chávez Huerta

Todos los días nos enfrentamos a problemas compartidos. Ya sea porque los vemos en las noticias, en redes sociales o los vivimos en carne propia. Sin embargo, a veces no encontramos caminos que nos lleven más allá del enojo, la rabia o la tristeza que ser testigos de tal realidad puedan provocarnos.

El paso siguiente puede parecer obvio: organizarnos, articularnos. Puede parecer simple, pero se trata de un salto de un alcance muy importante. Organizarnos implica mucho esfuerzo en común para lograr construir una ruta compartida que nos lleve a algún lado. Es ahí donde pienso que uno de nuestros principales obstáculos es el miedo al conflicto.

Me he dado cuenta de que una de las principales razones que desactivan la efervescencia de las personas es enfrentarse al primer desacuerdo. Siempre habrá algo que digamos o hagamos, aún si lo hacemos teniendo en la mira un objetivo que creemos, nos hará bien a todos, que no cause simpatía. Ese parece ser un detonante para dar un paso hacia atrás y soltar el interés por construir algo.

Considero que hay varias cosas que reflexionar aquí. En primer lugar, que el conflicto es inevitable. No hay forma alguna en la que todas las personas estemos de acuerdo en absolutamente todo. Si fuera así, todo sería un poco más fácil. En segundo lugar, quizás una de las tareas que tenemos pendientes es precisamente aprender no solo a lidiar con esto, sino aprender a gestionarlo.

Por una parte, cuando somos quienes reciben el desacuerdo, entender que no necesariamente se trata de un ataque directo hacia quienes somos. Y, por otra parte, cuando somos quienes emitimos el desacuerdo, aprender a hacerlo de la forma más constructiva posible. Es decir, que el desacuerdo nos lleve hacia algún lado.

Al final, se trata de una tarea titánica que, si logramos articular, tendrá un gran resultado. Nos permitirá construir redes más sólidas, organizarnos mejor y, sobre todo, alcanzar nuestras metas en común para construir otras formas de vida.