Seguimos siendo el producto de la creación cultural y social que se gestó hace siglos en nuestras tierras de origen. Esta herencia histórica puede dificultar la tarea de distinguir nuestras prácticas, concepciones y pensamientos machistas. ¿Aun siendo conscientes de su naturaleza machista, defendemos su utilidad porque encaja con nuestra idea de familia, de individuo y de relación?
Pensemos en los países nórdicos, esos países bellísimos y ultra desarrollados a los que aspiramos los latinoamericanos, como si de una utopía nos refiriéramos… ¿o quizás sí lo son? Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia, muestran índices mínimos de problemas de igualdad de género, no solo por su avanzado desarrollo, sino porque intrínsecamente, sobre una concepción ancestral, no han asociado a la mujer como dependiente o creada a la sombra del hombre, ni han descrito al hombre como un ser superior y dominante.
Este aspecto me ha capturado la atención, y el dato fascinante de esta reflexión está vinculado a la particularidad de su mitología. La mitología nórdica es sumamente interesante debido a su arraigo en la antigua cultura vikinga. En estas historias, dioses y diosas personifican elementos y fenómenos naturales, proporcionando explicaciones tanto a sucesos cotidianos como a aspectos vitales como el clima, la fertilidad, la guerra, la muerte y el amor.
A diferencia de otras deidades que en su momento constituyeron el centro de adoración y que incluso determinaron el pensamiento y decisiones de diferentes pueblos alrededor del mundo, dioses como Odín, Thor, Freyja, Loki, y otros más, no fueron descritos como hombres creados con superioridad sobre las mujeres, ni a las mujeres como nacientes de la costilla de un hombre, o de la mezcla de la espuma del agua del mar con los genitales de un dios hombre. De hecho, en esta mitología se cuenta cómo Odín talla a dos humanos de troncos de árboles, dando origen a la primera pareja humana, Ask y Embla, quienes poblaron la tierra.
Es así como la narrativa mitológica y las creencias religiosas, fundamentales para la sociedad vikinga, ofrecen un vistazo revelador sobre cómo se estructuraban las dinámicas sociales con una relativa igualdad entre hombres y mujeres. Aunque las mujeres vikingas participaron activamente en la cocina, la crianza y otros aspectos de la vida cotidiana, esto no las limitó a labores domésticas o las excluyó de participar en el gobierno, la guerra o los negocios. Por el contrario, fueron figuras notables y versátiles en ámbitos como la política, la economía, la religión y la defensa.
Recordemos que fueron, también, guerreras. De esto hay bastante contenido mítico y creación de historias, personificaciones, historietas, etc., aludiendo a la mujer vikinga, pues, aunque es un tema debatido, existen registros de mujeres vikingas que pudieron haber sido hábiles en la guerra. Lagertha es un ejemplo famoso, parte de un grupo de mujeres que se vestían de hombres para luchar junto a ellos en combate en condiciones de igualdad.
Las mujeres vikingas, se destacaron en el entrenamiento defensivo y en dominio de las armas, aunque su principal tarea era administrar granjas y hogares, Aprendían a manejar armas para protegerse durante las ausencias de los hombres, pero esto no las hacía inferiores en el combate ni menos valerosas.
Tomaban decisiones matrimoniales, pensemos que, a la fecha actual, aún en muchas familias, o en muchos pueblos del mundo, ya sea cultural o imperceptiblemente, las mujeres aún participan en la toma de decisiones. Pero, por el contrario, y ya desde hace cientos de años, las mujeres vikingas, naturalmente tenían voz en sus matrimonios y se les consultaba sobre sus candidatos. También podían heredar propiedades, tenían derechos sobre las tierras de sus padres, hijos o cónyuges, así como divorciarse si así lo decidían.
Las mujeres vikingas desempeñaron roles significativos, y su influencia actual en la sociedad escandinava refleja la profundidad cultural de los vikingos. Esto contrasta con otras culturas milenarias, donde el predominio del rol masculino ha sido más evidente, tanto en Europa central como en América colonizada y en culturas indígenas ancestrales. Estos patrones históricos han moldeado sistemas sociales arraigados, donde, aunque la tecnología y las profesiones modernas parecen haber mitigado las diferencias de género, perviven concepciones machistas subyacentes.
Nuestra historia y de dónde venimos siguen teniendo un gran impacto en nuestra vida actual, configurando las instituciones sociales que son difíciles de cambiar y que juegan un papel crucial en nuestras relaciones personales y sociales. Posiblemente las culturas nórdicas empezaron varios pasos adelante.