En los últimos años, veo un interés general en regresar a lo orgánico, a lo natural y entre ello el renacer o la gentrificación de los usos y costumbres ancestrales. En este caso, la herbolaria.
Si ustedes han recorrido cualquier mercado Poblano, podrán ubicar los puestos donde pareciera que el tiempo se detuvo y que ahí entre atos de hierbas secas encontramos remedios ancestrales a nuestros males. Y si, en estos hermosos puestos donde los locatarios nos venden desde árnica hasta zapote podemos encontrar cientos de remedios que se remontan a épocas prehispánicas y que aún hoy en día parecen remediar nuestros males.
Siendo honestos, yo no soy muy partidario de recurrir a la medicina para remediar mis males, lo veo como un último recurso, prefiero tomar remedios caseros, o de “abuelita” si quieren llamarlos así, para aliviarlos (claro está que en la época del Coronavirus hay que acudir a un médico para solucionar los males que esta enfermedad acarrea). Así es como poco a poco empecé a descubrir que la riqueza floral de México no es solamente ornamental, sino que trae un pasado histórico fundamental, que no solamente se apoya en la belleza del color de nuestras plantas sino también del uso medicinal que las mismas traen consigo.
A la llegada de los españoles, los mismos habitantes originarios compartieron su conocimiento y sabiduría con respecto a las propiedades medicinales de las plantas, por ejemplo se sabe que el uso de la hoja del árbol de guayaba era utilizada para curar la diarrea (así como el pétalo del cempasúchil); dicho conocimiento quizás se encontraba concentrada en algún códice prehispánico, mismo que con la conquista fue destruido, pero la tradición oral prevaleció y hoy en día lo seguimos teniendo.
Así de igual manera, me encuentro hoy en día recomendando un té de tila para mis amigas las nerviosas, o el de 12 flores que de igual manera calma la ansiedad que podemos vivir diariamente, también recomendando a aquél primo con dolor de muela que como remedio provisional en lo que puede atenderse, sostenga entre sus muelas un clavo de olor (¡jamás masticar!), o un té de bugambilia para cuando llega la temporada de tos. Ahora también están los remedios como el molonqui, raíz famosa por detener la pérdida del cabello; o el árnica para desinflamar; también famosos los chiqueadores de hierbabuena para tratar las migrañas.
Quizás el más famoso remedio herbolareo y que sin duda en estas épocas en las que nos encontramos tan cerca del día del amor y la amistad, es el Toloache, esta flor servía ancestralmente para curar con efecto analgésico, antibacteriano y antiinflamatorio, pero claro que también puede causar intoxicación grave, por ello no es un remedio que se recete al ahí se va, en el argot popular se dice “Te dieron toloache” o “Estás entoloachado” a aquél cuya actitud es errante o está enamorado, despistado, ya que los efectos de esta planta son de alucinaciones, desorientación y quizás palpitaciones, las cuales podían confundirse como un síntoma del enamoramiento.
En fin, estoy seguro que en cada hogar poblano tenemos una gran riqueza en cuanto a la tradición herbolaria, la cual espero que transmitan a las nuevas generaciones para que la misma no se pierda.
jaime.aguilar@criteriodiario.com

