Un artista en cuarentena

Aldo Obregón Criterios

“¿Y si no volvemos nunca a los escenarios? ¿Y si ya no podemos vivir del teatro?” 

Hace un mes entrevisté al cabaretero Jovanny Magaña para mi aún muy nuevo y muy neófito programa en línea “Con T de Tara”. Jovanny es un talentosísimo actor tlaxcalteca radicado en Puebla y miembro del célebre grupo teatral “Talavera Cabaret”, uno de los pocos que podían presumir foros llenos tres veces a la semana en una ciudad cuya curiosidad cultural todavía es trabajo en proceso. Platicamos acerca de los nuevos caminos del artista independiente, ese tipo de artista que requiere de un escenario pequeño para cobrar un boleto pequeño. Existe la certeza de un “cuando esto acabe”, pero igual de poderosa es la sentencia “mientras esto dure”. La bolsa se vacía, el merecido tiempo de descanso y recogimiento poco a poco se torna aburrido y si existe algo peligroso en este mundo es un artista aburrido. En el mejor de los casos, el aburrimiento nutre la imaginación y el laberinto se ve mas amable; en el peor, la imaginación se deprime por la falta de estímulo y la rutina nos deja inútiles, sentados en un rincón y esperando a que todo pase lo más pronto posible. ¿Qué hacer cuando, además de haber elegido el camino mas trabajoso voluntariamente, hay que sortear las trampas de las propias emociones? El aplauso es el alimento del artista, pero también es su terapia, su meditación, su confesión y su mas sagrado sacramento. Estamos, pues, espiritualmente aislados.  

“Como quiera yo tengo un ingreso, ajá, ¿y los demás?” 

Muchos artistas nos refugiamos en la docencia, la burocracia cultural o en actividades, a veces, completamente distintas a nuestra disciplina para poder seguir viviendo y creando. En los últimos meses, una parte de la comunidad creativa ha tenido que diversificar no solo sus actividades económicas; también se ha visto obligada a buscar nuevos escaparates que les permitan seguir llegando al público. Nuestro trabajo en el mundo virtual consistía en crear hambre, darnos a ver apetitosos para el consumidor que, eventualmente, llegaría al concierto, entraría al teatro, colgaría la pintura en su sala o compraría algo, lo que le conectara de nuestra obra. Muy al estilo del recetario, ahora tenemos que buscar la forma de que la pantalla logre traspasar el infinito, uno mucho mas extenso que el que ya de por sí existe entre el proscenio y la primera fila.  

“Número de cuenta, cooperación voluntaria” 

Músicos callejeros, mariachis, cantantes de café, actores itinerantes, pintores (entre muchísimos ejemplos más) quedaron, junto con sus equipos técnicos, proveedores y afines, totalmente desprotegidos y lejanos de cualquier posibilidad de desarrollar, incluso con exageradas medidas y exagerados recortes, sus actividades “normales”. La necesidad nos lleva a las redes sociales y la oferta de conciertos, obras de teatro, proyecciones independientes y demás expresiones escénicas crece súbitamente, dejándonos parados en nuestro templete virtual tratando de llamar la atención de millones de espectadores sin rostro, entre el silencioso ruido de las pantallas y la frialdad de los micrófonos. El trabajo de vernos apetitosos se vuelve mas difícil. Tenemos que convencer a la gente de que esta nueva experiencia es nutritiva, que hay una posibilidad que puede competir con el entretenimiento súper producido y que, además, vale la pena pagar por ella.  

“No es teatro, es algo nuevo” 

Difícilmente el público del teatro aceptará que esta nueva experiencia sea similar o pueda sustituir al ritual ancestral de la puesta escénica. Comprar un boleto en línea no es nuevo, pero la pantalla no es la mejor traductora de la experiencia escénica y algo del mensaje se pierde en los cables. El caos del “en vivo” nutre, es parte esencial del trabajo del artista y de la experiencia del espectador; el caos que arrastran las puestas en línea es totalmente interferente, no es combustible, es material que no existe. Estamos, entonces, descubriendo un nuevo lenguaje que ya ha comenzado a dar algunas flores: textos diseñados para los nuevos escenarios virtuales (con sus telones, sus piernas, sus pasos de gato, sus cabinas y sus camerinos). “Teatro Zoom”, “Foro Evento en Facebook”, “Café Instagram Presenta”.  

“Ahora, apaguen sus cámaras y cierren los ojos” 

Tal vez estamos demasiado preocupados por el árbol y no vemos el bosque. La gente está permitiendo que entremos a sus casas como nunca antes. Un privilegio que durante mucho tiempo fue exclusivo de los medios masivos ahora está al alcance de los dedos de casi cualquier persona. El impacto está diluido, por supuesto, y la competencia sigue siendo una competencia de capacidades económicas, pero el lenguaje que se está generando lo estamos armando entre todos y finalmente nos pertenecerá a todos. No es cine, no es teatro, es algo que podríamos convertir en una verdadera experiencia interactiva-dramática si logramos descifrar los códigos secretos que se esconden en la telecomunicación, entre mi computadora y los demás. 

La gente juega en estos nuevos espacios y se respira algo de romance, se siente como que algo nuevo está naciendo. Los molinos y sus esperas nos dieron el cabaret, ¡este encierro algo debe dejar! 

@aldoobregon