Juegos de rol y roles de género

Aldo Obregón Criterios

“Actuar es jugar, jugar es actuar” 

Como los lectores de esta humilde columna sabrán, tengo la fortuna y enorme privilegio de dedicar gran parte de mi tiempo a la enseñanza artística. Aunque mi área de acción no es precisamente la actuación, no pierdo oportunidad de poner como ejemplo a mis alumnos más pequeños como la utopía artística, en cuanto a energía y disposición se refiere. Las recompensas que un estudiante de teatro musical busca a la edad de ocho o diez años, dista mucho de las ambiciones de un actor consagrado o de un talento emergente que busca posicionarse en la industria del entretenimiento o agradar a la crítica. Un niño juega a actuar y actúa jugando, se emociona de poder hacerlo con juguetes de gente adulta y sobre un escenario gigante, pero al final siempre será un juego con consecuencias que están a la altura de las consecuencias de cualquier otro juego y con la trascendencia que tienen los juegos. Esto, si me preguntan, es la base ideal para trabajar cualquier personaje o rol que el guion requiera y el escudo perfecto ante los desaires propios del oficio. 

Puedo pasar horas hablando de grandísimos artistas en potencia que negaron sus talentos por no darse cuenta de las similitudes que existen en sus actividades más naturales y las expresiones sublimes que los genios nos han regalado a través de la historia y ahora se exhiben en los museos o se presentan en teatros o se leen en las clases de literatura. Actores que nunca pasaron de ser el payaso de la clase, músicos que no supieron transferir el aplauso a su cuenta bancaria y tremendos guionistas que nunca imaginaron que una sesión de tres días de “Calabozos y Dragones” puede ser más profunda y complicada que una película digna del Oscar. 

Mucho de lo que hacemos de este lado del escenario tiene que ver con el juego, con divertirnos, y el peligro más aterrador que se corre es el perder la cosquilla que nos hace sonreír por dentro cada que empuñamos el lápiz, dan la tercera llamada o tañimos una cuerda. 

“¿Qué rol eres?” 

-¿Por qué agarras a Chun Li? 

-Es que es más rápida 

-Pero es vieja Pero igual te mete tus putazos 

-¡Ora! 

-¿Qué? 

-¿También vas a agarrar a la Kitana? 

-A huevo 

-¡También es vieja! 

-Pero bien que te trabo con el abanico, ¡mira! 

El concepto de “avatar” vino a revolucionar la forma en la que nos vemos a nosotros mismos, por lo menos en el creciente aspecto virtual y tecnológico de nuestras vidas. 

El aparente anonimato que la comunicación internáutica permite es un lienzo en blanco cuando se trata de explorar la propia personalidad. La decisión de elegir un personaje con características diferentes al sexo que nos fue asignado al nacer, al comenzar un juego no necesariamente habla de nuestra identidad de manera explícita y literal, pero es real que ponerse en la piel de alguien diferente a nosotros, aunque sea en un videojuego, puede ser una insospechada puerta a la empatía. 

Cada vez es más común encontrarnos con personajes tendientes a la neutralidad y vamos trazando líneas de correspondencia entre características que antes parecían incompatibles en nuestra de por sí maleada cabeza: la niña pequeña que resulta tener poderes monstruosos escondidos, el hombre adulto sensible que busca conciliar, la mujer independiente y fuerte que también busca romance y lo obtiene, etc. 

Estos nuevos paradigmas tienen que ver con la democratización del personaje y ahora las grandes empresas desarrollan a sus mascotas pensando en la información que los usuarios ya le regalaron a través de sus propios “avatares”. 

“Tirando dados” 

El escritor Patrick Rothfuss me parece el justo heredero de la línea más “Tolkeniana” de la literatura fantástica y creo que su obra viene enormemente contaminada no sólo por las historias de elfos y enanos que Tolkien ya había desenterrado y refigurado para crear el universo de la Tierra Media, sino también por una tendencia que nació en los sótanos de los hogares norteamericanos y terminó por contaminar al mundo entero. En la obra de Rothfuss podemos encontrar accidentes que parecieran pertenecer mas al universo del juego “Final Fantasy” que a la tradición literaria y algunos personajes dan la impresión de ser pedazos del mismo autor llevados hasta su total desarrollo, con sus sacrificios dolorosos y sus victorias escondidas.  

Ahora puedo asegurar que la manera de contar historias estará cambiando para involucrar cada vez mas al espectador. Las líneas que antes dividían al juego del arte se van borrando y ahora, gracias a la disponibilidad de las nuevas tecnologías, es común encontrarse con decenas de personas tejiendo su propio camino en diversos juegos en línea. 

Los que llegamos a jugar con dados icosaédricos y cientos de hojas de papel en la mesa todavía extrañamos la frescura que sólo el “Dungeon Master” puede proveer, pero ante la creciente tendencia (pandemia aparte) de alejarnos físicamente y buscar la afinidad a través de la pantalla, el videojuego de rol (o nuestro rol en el videojuego) irá adquiriendo fuerza y pronto será inconcebible el final fijo, la ruta predestinada y la historia escrita con candado. 

@aldoobregon