Muchas gracias a Criterio Diario por el impulso a pensar y compartir mis ideas acerca de la relación que inevitablemente tiene el arte con el poder, y que ha tenido a lo largo de la historia del mundo, se trata de una relación que es tan vieja y digna de reflexionarse como la civilización y el Estado; dicha relación existe desde que los hombres empezamos a pelear por la idea de quién gobierna, cómo gobierna, con qué gobierna y para qué gobierna.
Para entrar en materia, debemos tener presentes algunos puntos de partida. En primer lugar, debemos decir que el arte es el reflejo de la sociedad y la cultura, un producto social que representa el momento histórico en el que se vive, o al menos un pedazo del mismo desde la perspectiva del artista; es decir, entender qué quiso expresar con su obra o para qué la hizo, incluso si intencionalmente la obra no tiene un motivo claro, lo que representa un mensaje en sí mismo.
Por otra parte, hay que considerar la interpretación que muchas veces se les da a las obras de arte, que en muchas ocasiones no tienen nada que ver con la intención del artista pero que gobernantes y opositores al poder les dan por interpretar que se adecúan a demandas sociales o políticas o que son congruentes para los mensajes que el poder promueve para fortalecerse.
También debemos considerar y distinguir el arte patrocinado desde el poder del Estado o el de la Iglesia, muchas veces utilizado para infundir miedo, mostrar la grandeza del Estado o del soberano en turno, o fortalecer valores e ideologías que le son convenientes.
No podemos pensar que Miguel Ángel un día se levantó con ganas de pintar una de las obras más espectaculares y famosas del mundo, sin la instrucción y patrocinio del Papa Julio II (a quien además se la apodaba el terrible por su intensa actividad bélica y política); o que Wagner se imaginaba que una parte de su ópera como soundtrack del Imperio Galáctico de George Lucas; o a los grandes muralistas mexicanos del siglo XX sin el régimen postrevolucionario y el patrocinio del Estado.
Utilicé la Obertura de 1812 de Chaikovski cuando exploté la Corte de Londres en el 2006 para atentar en contra del gobierno británico e ir creando un símbolo para derrocar al gobierno, cuando la intención de su autor era celebrar la victoria rusa sobre la fallida invasión de Napoleón a principios del Siglo XIX.
Ver al arte en cuanto a su relación con las luchas por el poder y la enorme carga cultural que involucran, es una de las muchas aristas que tiene, pero a mi manera de ver, representa un arma que despierta pasiones capaces de sacar lo mejor y lo peor de las personas, finalmente el arte y el poder son cosas que se sienten mucho.
