Los personajes históricos son víctimas de los argumentos y ponderaciones que los políticos y quienes debatimos permanentemente de la vida pública utilizamos para para fortalecer sus políticas, utilizando sus hazañas, frases y preceptos para promocionar, desprestigiar o fortalecer las bases ideológicas de un partido, gobierno o de alguna oferta electoral. Algunos grupos políticos incluso han utilizado oficialmente el nombre de algún personaje como el “Ejército Zapatista” o el “Frente Cardenista”, o incluso el nombre del periódico de los Flores Magón como la publicación oficial de un partido político.
En este sexenio, es común que se incrementen las críticas a Benito Juárez porque es una de las figuras emblemáticas que utiliza López Obrador para legitimar muchos de sus discursos y acciones de gobierno, del mismo modo que del 2000 al 2006 se criticaba la figura de Madero en el sexenio de Vicente Fox, cuando el panista se comparó a si mismo como si emulara al “apóstol de la democracia”.
Un gobierno que emule hazañas y convicciones del pasado, adornadas o no, no es un tema nuevo, de hecho, esto ha sucedido desde siempre: en Roma los césares utilizaban figuras como la de Alejandro Magno, Mussolini a los césares, Hugo Chávez a Bolívar y en México algunos casos son incluso risibles: Porfirio Díaz era el más juarista de todos una vez muerto Benito Juárez, casi ignorando que décadas atrás se había levantado en armas contra de su maestro; y Carlos Salinas, quien incluso declaró nombrar a uno de sus hijos Emiliano, ¡Se declaraba admirador de Zapata!, al mismo tiempo que promovía la reforma que en su momento se vio como la “privatización del ejido”.
En Puebla incluso, el nombre oficial de la ciudad se ha modificado más de 2 veces en función de los supuestos valores de quien gobierna, cuando ganan los conservadores se llama “Puebla de los Ángeles” y cuando ganan los supuestamente liberales, “Puebla de Zaragoza”, en tanto que una de las avenidas principales cambio su nombre de “Boulevard Díaz Ordaz” a “Mártires del 2 de octubre” y el Periférico alguna vez se llamó Agustín de Iturbide, en honor al consumador de la independencia que definitivamente no nos dio patria.
Lo anterior genera que a veces criticar al héroe que emula el gobernante se haga sinónimo de criticar al gobernante como una táctica superficial y simplista para descalificar, lo cual en apariencia funciona, así vemos como figuras en redes sociales buscan o inventan los aspectos más negativos de estos personajes históricas, para lograr afirmaciones morbosas, un ejemplo puede ser “cómo se admirará a Madero, si era alguien que creía en los espíritus”, como si eso tuviera alguna relevancia.
Sin embargo, no todo es negativo, de alguna manera obliga a los críticos y a los defensores de los personajes históricos a enterarse un poco más de lo que hicieron y de lo que no., lo cual termina por enriquecer el debate político e histórico. Es posible encontrar diferentes versiones del mismo hecho que, a fuerza de contradecirse y descalificarse, se adentran a los detalles y dan información interesante, así pues, no resulta tan negativo que a veces un intento de manipulación y crítica fácil, demuestren que la historia es muchas cosas, menos aburrida e incuestionable.